—¡Barba, que te has lucido!
—Pué, señores, —diu en Curriyo desde la barrera,— si ya jasía tres meses que estava viendo lo que me ha pasao. Pero ustés dale, y echa, y güerta que es zordo, le empeñan á uno en un compromisio.
—Na, paizano, —li contesta un de la tierra;— te has portao tan y mejó que no marca la constetución; que tienes más arma que seis gastaores, y déjalos, que por ahí se gasta remucha campana y entienden la cosa como que la güelen con el rabo. ¿Se fuma la Habana, payzano? —afegeix allargantli uns quants puros.
—Estimando, compadre, que tengo la boca como un brasero y voy allá más quemao que un cuarto espesies a vé si me sacan un jaco con sus cuatro patas cumplías, y cuatro puntale por lao pa que no me tiemble debajo de los perniles.
—Pues vaya osté a la gloria, payzanito.
—Ole, viva la tierra.—
Mentres nos hem esplicat, com que no podem tenir la vista per tot arreu, ja han tocat a posar banderilles, y en aqueix instant... ¡quín en-
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