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Serenísimo señor:
ANTES que la fortuna deparase al suelo balear la honra de vuestra primera visita, y la dicha de conocer vuestras bondades, la memoria de los hechos del gran Ramón Lull tanto iba palideciendo en su propia patria, que á no ser por el culto que se le rendía en los altares, y por los encomios que de su ciencia y su santidad partían de la sagrada cátedra, pocos se hubieran acordado segu-