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secta, ans creu resurreccio, e son cert[1] que l poder diuinal, qui ha perfeccio en totes coses, pot enaxi tenir lo cors en lo cel, jatsia que no sia natural cosa al cors aquell loc, con fa la anima sajus en aquest mon, qui es loc de coses corporals.[2] E enaxi con Deus, per sa virtut e per son poder, ha creada la anima incorrompable e inmortal, enaxi apres resurreccio pora conseruar lo cors, e naturar lo a esser[3] inmortal, sens menjar e beure, en qual loc se vuyla, a demostrar son poder e sa justicia. E si Deus no hauia de ço poder, no hauria perfeccio en les flors del primer arbre, e serien destrohides totes les condicions dels arbres. § Segona oppinio es que alcuns juheus crehen que resurreccio sera apres la fi del mon,[4] e que apres la resurreccio,[5] sera pau en tot lo mon,[6] e no sera mas vna secta de gents, e aquella sera dels juheus, e

  1. Edit. lat. Et credo.
  2. Edit. lat. Locus rerum corporalium per naturam.
  3. E natura lo ha a esser.
  4. Edit. lat. Post finem saeculi.
  5. Apres que la resurreccio.
  6. Si se entiende esta cláusula literalmente, resulta en ella alguna contradicción, así como resultaría también en la opinión judaica que LULL trata de explicar. En efecto, no puede ser posible que venga en el mundo la era de paz, la unidad de creencia, y en la humanidad el estado de pureza que se indican, si esto ha de tener lugar después del fin del mundo. Es de presumir que LULL no ha querido significar que la resurrección, según la secta que expone, haya de sobrevenir después del aniquilamiento del orbe, sino que ha de acabar el estado actual de la criatura humana, y han de resucitar en la tierra las generaciones pasadas, y gozar en ella de la paz y bienestar que en el texto van mencionados. Esta opinión parece ser la del célebre Maimónides, según puede leerse en su tratado De la resurrección, del cual sin duda LULL conocía el texto árabe. Este gran doctor de la Sinagoga, tenido justamente entre sus correligionarios por el más sabio de los judíos, después de Moisés, admite el artículo de la resurrección como dogma y como un milagro futuro que la razón no puede explicar. Sostiene, empero, que este milagro no ha de ser eterno, sino que ha de venir día en que el hombre goce de la inmortalidad puramente espiritual, y en que la inteligencia, desligada en absoluto de la miseria del cuerpo, pueda libre entregarse á la contemplación de la verdad suprema.